domingo, 20 de marzo de 2011

Sin palabras

Anoche tuve la espontánea oportunidad de presenciar un pequeño recital de Paco Ibañez. Íntimo e informal. Escueto. Así que no llegó a activar resortes emocionales como me sucede en otros conciertos.
Pero sí hubo comentarios de los suyos, aguerridos y victoriosos comentarios.
Aunque no se refería a la guerra de tiros sino a la cultural.
Creo que en este momento es lo que mejor recuerdo de su mensaje: "La guerra debe ser cultural"
Es claro que estando en Bilbao, cualquiera sabe a quiénes se dirigía.
Sin embargo, al comienzo había mencionado al monstruito de Libia y el alivio que experimentó al escuchar que países aliados intervendrían. También dijo algo que yo suelo repetir en este espacio y alude a la indiferencia.
Pienso que mirar para otro lado es aniquilarse a uno mismo. Porque antes o después estas suciedades nos mancharán. Y si no importara andar con rastros de miseria, aún así, cualquier evidencia se nos pondría delante de la cara y nos recordaría que no estamos, no somos ni hemos venido a este mundo para ignorar al prójimo. Más bien ese es el único y fácil misterio que nos hizo personas. Es lo primero a lo que estamos a merced. Y es lo último a lo que la mayoría no le hace caso.
No afirmo que el placer de descansar y respirar el húmedo salitre o internarse en un bosque a embriagarse de azahares, sea algo que me disguste o deba disgustar a nadie.
Pero para tener derecho a esa armonía, hay que luchar para que todos los seres humanos logren disfrutarla.
La guerra es cultural. Claro, somos los únicos que hemos creado la cultura y con ella no solo edificamos maravillas materiales. Tenemos sobrado poder para tender la mano y abrazar a los que sufren.
Especialmente porque siempre, indefectible, el dolor se presentará y tocará nuestra puerta. Nunca nos libraremos de pasar por eso también.

Estas palabras no son palabras mientras no pueda hacer algo por cambiar los desastres humanos.

Libia y Japón no tienen palabras.
Necesitan actos.
La guerra es cultural, debe ser cultural en todas partes.
Pero para ello hace falta un retoque en la conciencia.

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